 |
Sin título, 2009. Impresión digital, 60 x 80 cm. |
El
cultivo de la fotografía como registro supone de cierta habilidad, determinado
“ojo” como dicen algunos, para captar dentro de lo cotidiano instantes que, por
su connotación, recojan en sí mismos el carácter de una época. Segundos que, al
trasladarse al papel, logren reflejar y contener todo el poder simbólico y
semántico de un período o momento histórico. Pero más allá de este sentido
documental, la fotografía se ha convertido hoy día en un medio de exploración y
cuestionamiento de la realidad, donde ya no interesa tanto la captura de un
instante, sino más bien la construcción de un escenario provocador y, en muchos
casos, agresivo. Pese a que no se ha perdido del todo la vocación por
documentar la realidad, concentrada fundamentalmente en la visibilización de sectores preteridos de la
sociedad, no es menos cierto que muchos autores han preferido la utilización de
recursos expresivos para acercarse a los problemas cotidianos desde otras aristas;
manteniéndose, eso sí, una aproximación desde lo social o lo antropológico, e
incluso lo autobiográfico.
Motivado
por la pérdida de un hermano enfermo de SIDA hace diecisiete años y la repercusión
que esto tuvo a nivel familiar, Eduardo Rodríguez se cuestiona las relaciones
que se establecen entre los sujetos, tanto a nivel individual como social, a
partir de la asunción de una identidad sexual. Partiendo de un contexto hétero
– normativo como el nuestro, no es desatinado advertir que las fotografías que conforman
esta serie no sólo reflejan etapas de (auto) reconocimiento del sujeto, sino
también aristas de un mismo problema: la aceptación. El propio hecho de ser
diecisiete instantáneas
revela una determinada intención por marcar el paso del tiempo; una forma de
acentuar no sólo el carácter procesual del trabajo del artista en su búsqueda y
cuestionamiento, sino del propio hecho de asumir una sexualidad diferente.
 |
Sin título, 2009.Impresión digital, 55 x 80 cm. |
En
estas fotografías el cuerpo masculino desnudo se alza como metáfora de la
intención que generó la muestra, acentuado en el uso del blanco y negro, colocando
en la esfera pública un fenómeno que, aunque con repercusiones a nivel macro
social, se genera hacia el ámbito de lo privado. El uso de las sogas por parte de los modelos
alude a las tensiones sociales e individuales que se generan y las ataduras que
se arrastran debido a la educación mediática y discursiva a la que hemos sido
sometidos. La presencia del papel retractilado como recurso hace referencia a
lo que se guarda bajo una superficie y, a su vez, se protege del contacto con
el exterior; lo que se refuerza a partir del uso de la reflexión de las figuras
a manera de espejos. De ahí que el Descubrimiento,
obra que inicia la meditación sobre la identidad sexual, se represente a partir
del enfrentamiento del sujeto consigo mismo y la presencia del papel desgarrado,
lo que supone el “coming out” y con este la aceptación. Una vez concluido este
proceso, el sujeto fotografiado se toma unos instantes para recuperarse,
remedando la posición fetal, y está listo para levantarse y salir a lidiar con
la sociedad; lo que puede comprobarse en Diecisiete,
obra que da nombre a la serie y cierra el ciclo de la reflexión desde lo
individual.
El
cuerpo desnudo a su vez funciona como mapa, como continente receptor de memoria
que registra nuestras decisiones y sus consecuencias; idea esta que se ve
acentuada a partir de la sensación de textura que crean los plegables de
prevención de SIDA que han sido colocados digitalmente, luego de ser estrujados
para su desecho. Metáfora de la casi
nula recepción de estos mensajes en la población homosexual a partir de una
baja percepción de riesgo.
 |
Más uno, 2009. Impresión digital, 60 x 80 cm. |
Aunque
resueltas las imágenes a partir del uso de equilibradas composiciones
geométricas, las obras resultan descarnadas, llagando a lo agresivo y directo,
reclamando una acuciosa recepción por parte del espectador. Este hecho no le resta mérito alguno a la
serie ya que funciona como parte del propio discurso empleado por el artista y constituye,
válido también, el camino elegido para tratar estos temas. Aún así encontramos
obras como Más uno donde, explorando
un tema tan polémico y espinoso como la prostitución masculina, podemos sentir
un hálito de muralismo mexicano, muy entroncado con lo social, e incluso una
cita a El abrazo de Alfredo Lozano.
Con estos elementos podemos colocar a Eduardo Rodríguez dentro de la tradición
plástica cubana, reconociendo en su obra a artistas como René Peña y Eduardo
Hernández. O también, y sirva esta muestra como ello, a modo de homenaje al Servando
de los recuerdos de Sevilla.