sábado, 15 de mayo de 2010

Las metáforas del cuerpo


Sin título, 2009. Impresión digital, 60 x 80 cm.
El cultivo de la fotografía como registro supone de cierta habilidad, determinado “ojo” como dicen algunos, para captar dentro de lo cotidiano instantes que, por su connotación, recojan en sí mismos el carácter de una época. Segundos que, al trasladarse al papel, logren reflejar y contener todo el poder simbólico y semántico de un período o momento histórico. Pero más allá de este sentido documental, la fotografía se ha convertido hoy día en un medio de exploración y cuestionamiento de la realidad, donde ya no interesa tanto la captura de un instante, sino más bien la construcción de un escenario provocador y, en muchos casos, agresivo. Pese a que no se ha perdido del todo la vocación por documentar la realidad, concentrada fundamentalmente en la  visibilización de sectores preteridos de la sociedad, no es menos cierto que muchos autores han preferido la utilización de recursos expresivos para acercarse a los problemas cotidianos desde otras aristas; manteniéndose, eso sí, una aproximación desde lo social o lo antropológico, e incluso lo autobiográfico.

Motivado por la pérdida de un hermano enfermo de SIDA hace diecisiete años y la repercusión que esto tuvo a nivel familiar, Eduardo Rodríguez se cuestiona las relaciones que se establecen entre los sujetos, tanto a nivel individual como social, a partir de la asunción de una identidad sexual. Partiendo de un contexto hétero – normativo como el nuestro, no es desatinado advertir que las fotografías que conforman esta serie no sólo reflejan etapas de (auto) reconocimiento del sujeto, sino también aristas de un mismo problema: la aceptación. El propio hecho de ser diecisiete instantáneas [1] revela una determinada intención por marcar el paso del tiempo; una forma de acentuar no sólo el carácter procesual del trabajo del artista en su búsqueda y cuestionamiento, sino del propio hecho de asumir una sexualidad diferente.

Sin título, 2009.Impresión digital, 55 x 80 cm.
En estas fotografías el cuerpo masculino desnudo se alza como metáfora de la intención que generó la muestra, acentuado en el uso del blanco y negro, colocando en la esfera pública un fenómeno que, aunque con repercusiones a nivel macro social, se genera hacia el ámbito de lo privado.  El uso de las sogas por parte de los modelos alude a las tensiones sociales e individuales que se generan y las ataduras que se arrastran debido a la educación mediática y discursiva a la que hemos sido sometidos. La presencia del papel retractilado como recurso hace referencia a lo que se guarda bajo una superficie y, a su vez, se protege del contacto con el exterior; lo que se refuerza a partir del uso de la reflexión de las figuras a manera de espejos. De ahí que el Descubrimiento, obra que inicia la meditación sobre la identidad sexual, se represente a partir del enfrentamiento del sujeto consigo mismo y la presencia del papel desgarrado, lo que supone el “coming out” y con este la aceptación. Una vez concluido este proceso, el sujeto fotografiado se toma unos instantes para recuperarse, remedando la posición fetal, y está listo para levantarse y salir a lidiar con la sociedad; lo que puede comprobarse en Diecisiete, obra que da nombre a la serie y cierra el ciclo de la reflexión desde lo individual.
El cuerpo desnudo a su vez funciona como mapa, como continente receptor de memoria que registra nuestras decisiones y sus consecuencias; idea esta que se ve acentuada a partir de la sensación de textura que crean los plegables de prevención de SIDA que han sido colocados digitalmente, luego de ser estrujados para su desecho.  Metáfora de la casi nula recepción de estos mensajes en la población homosexual a partir de una baja percepción de riesgo. 

Más uno, 2009. Impresión digital, 60 x 80 cm.
Aunque resueltas las imágenes a partir del uso de equilibradas composiciones geométricas, las obras resultan descarnadas, llagando a lo agresivo y directo, reclamando una acuciosa recepción por parte del espectador.  Este hecho no le resta mérito alguno a la serie ya que funciona como parte del propio discurso empleado por el artista y constituye, válido también, el camino elegido para tratar estos temas. Aún así encontramos obras como Más uno donde, explorando un tema tan polémico y espinoso como la prostitución masculina, podemos sentir un hálito de muralismo mexicano, muy entroncado con lo social, e incluso una cita a El abrazo de Alfredo Lozano. Con estos elementos podemos colocar a Eduardo Rodríguez dentro de la tradición plástica cubana, reconociendo en su obra a artistas como René Peña y Eduardo Hernández. O también, y sirva esta muestra como ello, a modo de homenaje al Servando de los recuerdos de Sevilla.


[1] Aunque la curaduría realizada no incluye todas las obras, la serie fue concebida inicialmente con diecisiete fotografías.