miércoles, 14 de marzo de 2012

Segundas intenciones*


Para cualquier espectador despistado, entrar a la galería Antonia Eiriz de La Madriguera supondría toda una sorpresa, pues la sucesión de lienzos blancos, decorados con llamativas cintas, no podría provocar otra primera impresión. Pero no se deje engañar, no está ante el resultado final de un curso de manualidades, sino ante la concreción plástica de una reflexión incisiva y descarnada. 

Segundas intenciones, exposición personal de Claudia Pérez, indaga sobre un fenómeno bien contemporáneo: el regalito. Y utilizo el diminutivo con toda intención, pues no me refiero a la acción tradicional y voluntaria con la que se premia a una persona; sino a la resemantización que ha sufrido esta palabra que, tornado su significado en trueque, garantiza una mejor atención en los servicios públicos, agiliza trámites o resuelve milagrosamente imposibles. Sin dudas ha puesto Claudia el dedo sobre la llaga, y para advertirnos de estas segundas intenciones ha realizado esta exposición. 


La pulcritud y homogeneidad de los lienzos blancos desvía la atención del espectador hacia sus envolturas, las cintas, que cambian de forma aleatoriamente. Se suceden en esta muestra diseños que van desde los más logrados y cuidados, hasta el más desesperado horror vacui, pasando por el kitsch y el mal gusto, entendido como falta de sentido estético, dependiendo de los metros de cinta disponibles en cada caso. Detalle que revela en esta propuesta discursiva, sobre la intrascendencia del contenido, la importancia de la acción (dígase envolver, preparar, embellecer) y el tiempo dedicado a ello. 

Dentro del corpus homogéneo de cuerpos blancos y envoltorios rojos aparece lo diferente, un lienzo adornado con cintas verdes. Esta contraposición pudiera resultar una alusión directa al título de la exposición, pero esto sería solo una lectura fácil. El cambio de color no alude de forma directa a la intencionalidad, sino que sintetiza, más bien, posibles pares binarios que inciden sobre la trascendencia del presente y su resultado (rico – pobre, bonito – feo, bueno – malo, CUC – CUP, decorativo – utilitario, etc.). 

La referencia textual utilizada, resultado del trabajo de campo de la creadora, constituye el nexo integrador del discurso curatorial. La artista se revisa como parte del etnos, e indaga cómo una actitud puntual ha devenido en costumbre. A la vez, esta revisión se convierte en reclamo, pues apunta hacia la crisis y pérdida de valores, a la doble moral generalizada y al favoritismo resultante.

Aunque la actualidad y pertinencia del tema seleccionado reclama soluciones como esta, donde lo textual adquiere un peso casi protagónico, en el futuro Claudia deberá apostar por la síntesis, pensando texto y soporte artístico como una sola unidad. 

Segundas intenciones no es una exposición complaciente, pero aun así no deja un sabor del todo agrio durante la visita. Si bien no es este el entorno que queremos percibir y aceptar, es sumamente esperanzador ver cómo los jóvenes reaccionan ante este y, mediante la denuncia, apuestan por una realidad diferente. 

* Palabras al catálogo de la exposición Segundas intenciones, Galería Antonia Eiriz, La Madriguera

jueves, 8 de marzo de 2012

III Encuentro de Crítica e Investigación Pensamos Cuba

Palabras de apertura del III Encuentro de Crítica e Investigación Joven Pensamos Cuba.

Cartel diseñado por Nelson Ponce
Por casualidades de la vida mi membrecía coincide con la edad de este encuentro, y gracias a esta extraña casualidad he podido participar en todos y cada uno de ellos. Claro, esas peripecias del destino nunca son tan casuales e inocentes, sino que muchas veces llevan consigo cierta carga educativa, aprehendida a golpe y porrazo. En la primera cita, apenas participé como asistente; y como buen joven, muy joven cuando aquello, quedé insatisfecho e inconforme, por lo que critiqué su organización y me quejé de los supuestos espacios de diálogo entre el público y los ponentes. Al año siguiente, me movieron de asiento; de joven inconforme pasé a ponente sorprendido. Aunque me preparé para la ocasión, todavía no sé bien por qué acepté compartir mis desvaríos en torno a las artes plásticas, o por qué me felicitaban pidiéndome que escribiera mi ponencia, cosa que nunca hice.

Nuevamente salí molesto, faltaba el público. Increíblemente la posible concreción de un espacio para el debate y el diálogo se desaprovechaba desvaneciéndose en el aire. Nuevamente me quejé, y de nuevo el destino movió sus fichas. Me ha tocado organizar el tercer encuentro, teniendo en cuenta todos los elementos que he criticado en sus ediciones anteriores. Eso sí, en esta ocasión me he prometido a mi mismo callar, pues temo qué pueda suceder en la próxima cita si me vuelvo a quejar.

Entrando en materia, para obedecer el orden que traté de imponerme organizativamente, debo reconocer que la celebración por tercera vez consecutiva de este encuentro es ya un logro en sí mismo de la sección de crítica e investigación de la AHS en La Habana. Corren tiempos difíciles y decisivos, y la existencia de un núcleo de jóvenes que se atrevan a examinarlo, estudiarlo y polemizarlo sin miedo es digo de admirar. Y si bien por la edad nos correspondería arremeter contra todas las banderas posibles, reaccionando ante los cánones establecidos, cuestionando y desestabilizando, poco a poco vamos entendiendo, gracias a espacios de diálogo, encuentro y debate, como existen fijezas dignas de perpetuar.

Hoy mi voz se hace eco de otras voces y, ya sea desde la cita o la intertextualidad, hablan desde estas letras jóvenes asociados que se vuelcan hacia la sociedad. Reflejándola en nuestros ensayos, tratamos de sacudirla en nuestras tesis para transformarla a partir del reconocimiento de sus particularidades y realidades. Cuestionándonos el grado y nivel de participación de nuestra generación en la producción ensayística e investigativa cubana en las ciencias sociales y humanísticas, nos damos cita hoy aquí para conversar sobre nuestras investigaciones. Pues si en encuentros anteriores analizábamos diversas problemáticas en torno a un eje, era ya impostergable la concepción de un espacio de socialización de nuestros resultados de trabajo, muchas veces premiados en becas de la propia Asociación, o en otras instituciones.

Y si hoy en todo el mundo luchan los jóvenes, indignados, tomando las calles como plazas contra las dictaduras totalitarias; no podíamos quedamos rezagados nosotros, que también nos oponemos a la exclusión, la marginación, la explotación y la represión que ejercen los poderosos. En los tiempos que corren nos toca ser cada vez más consecuentes con el proyecto de nación que queremos y defendemos, donde la emancipación cultural, social y material del ser humano ocupa un lugar cimero.

No debemos olvidar que como bien se ha reflejado en las páginas de La Jiribilla, el presente es el cruce histórico entre la reconstrucción simbólica e imaginaria del pasado y la proyección utópica del futuro. Por eso estamos aquí, para fomentar y propiciar un espacio de diálogo entre nuestra generación, para combatir la fragmentación y la distancia que impone la desidia, el desinterés y la banalización de nuestro contexto. Para analizar por qué la crítica artístico-literaria ha cedido su lugar y hoy ya no acompaña la producción más actual. Para ver cómo desde el estudio y la gestión cultural, deben abrirse otros caminos para encontrar nuevas posibilidades de concreción de hechos e intervenciones artísticas. Para comprender que el país está inmerso en un proceso de cambios, que pueden resultar muy provechos si se acaba con el paternalismo al que estamos acostumbrados y logramos transformamos de merecedores a conquistadores; pues como dijo Fernando Martínez Heredia, somos, y nos toca ser, los protagonistas de la Cuba futura.

Así que, echando mano a la sabiduría popular, recogida en la savia de nuestra música cubana, solo me resta afirmar, como en aquella conga pegajosa, para referirme a esta nueva cita y su trascendencia, adelantándome sin duda a los hechos: uno, dos y tres, que paso más chévere.