miércoles, 30 de noviembre de 2011

Crítica joven ¿Utopía o realidad?

Advertencias a modo de (imberbe) prólogo


De izquierda a derecha: Rubens, Jorge, Amanda  y Samuel.
Como parte de las actividades realizadas en La Madriguera, sede de la Asociación Hermanos Saíz en La Habana, durante las Jornadas de Arte Joven El Madrigazo, miembros de la Sección de Crítica e Investigación, así como público general interesado, se dieron cita para debatir y dialogar sobre el ejercicio del criterio en los jóvenes, sus retos y desafíos. Como pie forzado, bajo el título Crítica Joven: ¿Utopía o realidad?, se organizó una mesa donde se dieron cita un grupo de investigadores, quienes desde sus disciplinas pondrían sobre el tapete las principales preocupaciones de los noveles creadores en este ámbito de las ciencias sociales. Azarosamente coincidían en ellos los roles de profesor y estudiante, el haberse graduado o no, el cultivo de la crítica cultural o sus ansias, así como la convergencia de disciplinas tan caras al tema como la Historia, la Filosofía y la Historia del Arte.

Puesto que el debate requería de trabajo organizativo previo, los miembros de la Sección interesados en el tema se dieron cita para reflexionar sobre qué aspectos no podían pasar por alto y debían entonces abordarse en el encuentro. Así emergieron cinco preguntas que, si bien no constituían un ceñido corsé para los arrojados jóvenes que integrarían la mesa, organizaban el flujo de las ideas y prometían un jugoso intercambio entre panelistas e interesados. Qué es la crítica joven; hay espacios para esta; existen tendencias, gestos, posturas, estilos o poéticas identificables en ella; cómo es leída desde las diferencias generacionales, ideológicas, etc.; pudieran legitimarse espacios alternativos, como los blogs, para su cultivo y posicionamiento; y finalmente cómo se legitima un joven crítico, fueron simplemente la columna vertebral de las conferencias resultantes; las cuales hablan por sí solas en cuanto a profundidad de abordaje en el tema y seriedad por parte de estos jóvenes.

Público asistente al debate
Resulta indispensable advertir al lector que nunca se tomó la noción de juventud como crono-referente exclusivo, sino más bien como estado del espítiru asociado a la frescura en los criterios y en las formas de ser estos expresados; pues no queríamos contribuir a reiterar estereotipo y creencias arraigadas en nuestra sociedad que asocian como sinónimo, casi de forma natural, la falta de experiencia a la mocedad de nuestros congéneres. De igual forma pensar los espacios no pretendía cuantificar o topografíar el panorama, sino simplemente advertir la necesidad de los mismos y reconocer, más bien agradecer, la valía de los ya existentes. La lectura del criterio ejercido, cuestionamiento enfocado desde el estudio de la(s) recepción(es), permitiría a su vez ver el fenómeno desde todas sus aristas; pues para nada era el objetivo del debate centrarse en un modo de hacer que, por desenfadado e innovador, fuera inaccesible a los lectores – consumidores. La asunción de los blogs como alternativa libre e individual, marca cierto espacio de abordaje para la autonomía de acción que supone esta herramienta para todas aquellas personas que no desean integrarse al engranaje editorial establecido, o simplemente no pueden abordarlo y aún así, conexión mediante, emprenden la tarea de redireccionar sus ganas de hacer y de expresar sus juicios valorativos frente a la cotidianidad que los rodea en el éter cibernético. Finalmente, las visiones particulares de legitimación revelarían qué modelos reproducidos socialmente son consumidos y seguidos por los jóvenes investigadores que aspiran a consolidar un nombre y ganarse así ganarse un espacio en el área de las Ciencias Sociales.

Sobran entonces otros preámbulos o plausibles anotaciones, los textos merecen la atención detallada y, sobre todo, invitan a la reflexión de un tema que no se agota en estas tres miradas. Conscientes de sabernos jóvenes, la provocación queda hecha. Eso sí, convencidos de que es nuestra hora de cambiar el mundo y construir un futuro mejor desde nuestro horizonte de expectativas.

martes, 22 de noviembre de 2011

Una historia del arte abstracto cubano: esa otra realidad.


Aguamarina, 1931. Marcelo Pogolotti
Cuando en mis años mozos de formación universitaria la doctora Luz Merino Acosta preguntaba a viva voz cuál era el primer pintor abstracto, no tenía conciencia de cuán importante era esta interrogante. Por mi juventud, creí que la incógnita era formulada prácticamente en broma y respondía solamente a la necesidad de mostrarnos cuánto habíamos dejado de estudiar de un encuentro a otro. Hoy en día, no más maduro pero sí más entendido en las complejas dinámicas que se dan hacia el interior de la historiografía del arte, comprendo cómo este “inocente” cuestionamiento se instaura cual punto de partida y eje central de un correlato no escrito: el surgimiento, desarrollo y posterior evolución de la abstracción cubana hasta nuestros días.

Si bien no es menos cierto que de manera metodológica se ha focalizado el estudio de esta vertiente fundamentalmente como signo de importantes cambios entre la década del 50 y la siguiente, teniendo la academia parte de responsabilidad en esto, debemos reconocer que este hecho ha contribuido a limitar la comprensión del asunto. No es de extrañar entonces que muchos “conocedores” ignoren etapas evolutivas de figuras que, desde la pintura o la gráfica, experimentaron tempranamente con composiciones donde se privilegiaba la forma sobre el contenido; quedando, en ocasiones, como último reducto figurativo solamente los títulos de las piezas. Aunque por otro lado, no debe perderse de vista que la relación cronológica de los eventos que consolidaron la abstracción, así como los principales debates en torno a ella se generaron, se ubica particularmente entre 1949, cuando el pintor Sandú Darié socializa sus Composiciones, y 1960 cuando, a tres años de la visita de De Kooning a La Habana, exponen en Matanzas Diez Pintores Concretos. A su vez el contexto cambiante que resultó de la transformación social iniciada en enero de 1959 equiparó paulatinamente al Norte con el enemigo; por lo que, bajo criterios ideológicos más que estéticos, la abstracción rápidamente fue vista como vía desestabilizadora a partir de una posible penetración cultural.

La joven parca, 1954. Roberto Estopiñán
El gran juego, 1956. Mario Carreño
Cuando el momento histórico reclamó con más fuerza el uso de las manifestaciones artísticas como medios eficaces de registrar las profundas transformaciones acaecidas, la abstracción como lenguaje no desapareció del todo; pero no fue hasta la década del 80 que esta volvió a entronizarse como medio válido para abordar la realidad de un contexto cambiante. Fueron entonces las jóvenes miradas de Volumen I, Cuatro por Cuatro, Puré, etc., las que aprovecharon el desuso de la abstracción para darle un sentido más amplio, superando el simple regodeo estético de las formas con que esta era vista; pues no se puede perder de vista que desde la Anti – bienal existía un marcado posicionamiento ético, que marchaba a la par con el estético.

Sin título, 1988. Eduardo Rubén García
Posteriormente, hacia la década de los 90, la abstracción más que un lenguaje de vanguardia ha pasado a ser una vía o medio de expresión de los artistas para conectarse consigo mismos; mezclándose con nuevas tendencias y quedando, por parte del espectador, la difícil tarea de querer encontrar en las obras, más allá de una buena composición formal, algún sentido debido al peso de la tradición figurativa. Es aquí cuando aparecen muestras encaminadas al rescate y la revalorización de los valores abstractos desde nuevas miradas, relecturas y perspectivas. Esfuerzos encaminados por instituciones como: el Instituto Superior de Arte desde sus ejercicios de clases, la Galería Habana (Pintura Abstracta Cubana, 1995), la galería La Acacia (Pinturas del Silencio, 1997), etc.

Hacia nuestros días han florecido nuevos acercamientos, a manera de ensayos curatoriales, donde se destacan las muestras que se enfocan hacia el homenaje o las que abordan la abstracción en autores que nunca se han preocupado realmente por inscribirse dentro de este fenómeno. Precisamente por esta razón, la muestra que albergó el Museo Nacional de Bellas Artes: La otra realidad: una historia del arte abstracto cubano, constituye un hito dentro de la tradición expositiva de este recinto y del panorama plástico capitalino; pues, debido al número de piezas que aloja y a la diversidad de rúbricas y fechas, ofrece al espectador las herramientas para recolocar en su imaginario visual un nuevo mosaico historiográfico donde se constate la presencia y evolución de este lenguaje dentro de las artes plásticas en su conjunto; brindando además una aproximación desde los orígenes hasta la denominada “Nueva Abstracción”.

Sin afán profético, vaticino que múltiples serán las lecturas y consecuencias que tendrá este hecho macro expositivo en el panorama artístico, mas quizás lo más interesante, como dijo Julio Ramón Serrano en su artículo “Abstracción y algo más”[1], sea que esta nueva propuesta curatorial constituya una de las tantas maneras que el tiempo nos impone con el bregar, pues no es del todo improbable que la historia al hacer su papel de juicio selectivo haya querido omitir por un tiempo un fragmento de nuestro existir cultural, para hacerlo nacer reconstruido en nuevos potenciales y reacomodarse con mucha más fuerza y diversidad.
 
Texto realizado a propósito de la exposición La otra realidad: una historia del arte abstracto cubano (septiembre de 2010 a enero de 2011, Museo Nacional de Bellas Artes). Aunque no fue publicado ofrece a grandes rasgos una cronología de la abstracción en Cuba.
Imágenes tomadas de www.lajiribilla.cu
 

[1]En Artecubano 2-3 / 2003, páginas 12 – 23.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Cómo coleccionar arte cubano contemporáneo y no morir en el intento


Foto: Raúl Corrales. Colección CNAP.
A lo largo de más de cincuenta años, la preservación y el reconocimiento del patrimonio cultural de la nación cubana han estado entre las principales preocupaciones del Gobierno Revolucionario. Con este fin se han creado numerosas instituciones que entre sus misiones fundamentales contemplan la catalogación, la conservación, la restauración y el estudio de los disímiles acervos del país. Este sistema, múltiple y complejo, ha propiciado también el enriquecimiento de las colecciones existentes mediante la adquisición de nuevas piezas, así como la creación de nuevos conjuntos que enriquezcan los tesauros culturales correspondientes; ya sea en entidades especializadas o en otras de carácter público o administrativo. Ejemplo de ello han sido las valiosas colecciones que atesoran hoy la Casa de las Américas, el Centro Wifredo Lam, la Fototeca de Cuba, el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales, la Oficina del Historiador de la Ciudad, el Consejo de Estado, el Ministerio de Relaciones Exteriores y muchas de sus Embajadas, algunas cadenas hoteleras, entre otras.

Durante las décadas de los sesenta y los setenta el coleccionismo institucional alcanzó un momento de gran esplendor. Por una parte desaparecía gradualmente el mercado de arte que había logrado abrirse paso en la Cuba prerrevolucionaria, mientras que por otra se sustituía el destinatario privado y empresarial de lo artístico por uno de otro tipo, más en consonancia con la naturaleza económica del proyecto socialista entonces en camino. Se incrementaron entonces las instituciones estatales que, con el fin de cualificar sus espacios, compraban obras de arte; aunque no siempre con una clara conciencia de su rol histórico, ni con las debidas acciones de catalogación y preservación. Tras la creación del Ministerio de Cultura, las adquisiciones se vieron no solo como elementos visuales enriquecedores del entorno, sino también como vía de incrementar el patrimonio de dichas entidades, y por ende el del Estado y la sociedad en general. Mirada que se ha mantenido hasta nuestros días y se ha concretado en la reciente decisión de dicho Ministerio de fortalecer y apoyar el desarrollo del coleccionismo institucional, a pesar de los muy escasos fondos con que cuenta y de la severa crisis financiera del país.

En aras de estimular esta actividad se otorgó un presupuesto anual al Consejo Nacional de las Artes Plásticas, lo que favoreció el desarrollo de una colección que, como meta, reuniera lo mejor y más representativo de la nación en materia de artes visuales cubanas contemporáneas. Tarea de gran significación, si tenemos en cuenta que solamente existen fondos representativos de arte cubano de finales del siglo XX e inicios del XXI en el Museo Nacional de Bellas Artes, así como mínimas colecciones de aquel en los museos provinciales de Camagüey, Santiago de Cuba y Holguín, a lo que se suma el conjunto de obras recuperadas del centro del salud de Topes de Collantes, tibiamente ampliadas en una nueva instalación en pleno Escambray. Aunque todo ello no llena el vacío que provoca la ausencia de una institución -ya sea una pinacoteca o un museo- que se dedique específicamente al estudio y conservación de lo producido en las últimas cinco décadas y se mantenga dialogando con la creación actual. Igualmente, deben considerarse las dificultades espaciales y económicas de las instancias antes mencionadas, las cuales deben abarcar otros períodos y ocuparse además de otras cuestiones inherentes a sus objetivos específicos y esferas de acción. De mantenerse constante la asignación del presupuesto por parte del Ministerio y el empeño del Consejo de Artes Plásticas, la colección atesorada pudiera constituir la génesis de tan anhelado centro dedicado al denominado Arte Contemporáneo, pues el aumento gradual de las obras generaría una necesidad real de espacio y abierto diseño expositivo; además de exigir una política abarcadora y dinámica en la selección, así como condiciones de climatización y almacenamiento adecuadas. 

Inicialmente la conformación de la colección del Consejo Nacional de las Artes Plásticas estuvo signada por el acopio y adquisición de piezas que, con probada calidad artística, mostraran la labor de los Premios Nacionales de Artes Plásticas. Labor que permitió en el año 2008 una exposición en la sala de recepción de la propia institución, la cual permanece desde entonces con carácter permanente. Debido a los resultados visibles, obras de carácter patrimonial, que formaban parte de la ambientación de algunas instancias del sector cultural, incrementaron los fondos de tan joven proyecto. Debido al paso del tiempo, estas habían cambiado tanto de ubicación o proyección, que se habían deteriorado y no eran correctamente atendidas. Una vez restauradas y ubicadas las nuevas piezas que se sumaron al acervo de la institución, la directiva del Consejo Nacional de las Artes Plásticas -que ha estado al cuidado y definición de la colección- determinó la expansión de los límites que definían el conjunto. Así comenzaron a adquirirse obras que, realizadas en fechas más recientes, conformaron el subconjunto Arte Contemporáneo.

Teatro Nacional de Cuba, Sala Covarrubias, La Habana
Durante este primer momento de trabajo, y con la experiencia adquirida gracias a la primera exposición, se decidió realizar una segunda muestra en la que se presentaran las nuevas piezas compradas. Después de definir cuáles serían los objetivos de esta actividad, se realizó en la galería René Portocarrero de la Sala Covarrubias del Teatro Nacional, coincidiendo con la restauración y reapertura de tan importante centro. De esta manera, se sometía a consideración del público, especializado o no, la valía de la muestra, a la vez que se desplegaba una suerte avanzada o ejemplo piloto en pos de promover el coleccionismo como alternativa cultural institucional posible.

Centro de Desarrollo de las Artes Visuales, La Habana
Ya con más destreza en el manejo de las piezas, y la concepción de la colección como conjunto orgánico, se designó oficialmente un equipo de trabajo, conformado por especialistas de experiencia y un estudiante, en aquel momento, de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana que había participado en la realización de la segunda exposición. El Centro de Desarrollo de las Artes Visuales fue entonces el lugar escogido para realizar una gran exposición que reuniera la totalidad de las obras atesoradas por el Consejo (tanto las piezas de los Premios Nacionales, como las obras Patrimoniales y las nuevas adquisiciones), y a su vez propiciara un diálogo entre las muy diversas generaciones, modos de hacer, estéticas, filiaciones artísticas.

El acervo que hasta nuestros días ha logrado agrupar y atesorar correctamente la institución asciende ya a más de 80 artistas y 100 obras. Estas se han mostrado en diferentes soportes y se facilitan, previa coordinación, para exposiciones temporales en centros de reconocido prestigio y con claras posibilidades para cuidarlas. En este sentido, puede señalarse el trabajo con la página web del Consejo Nacional de las Artes Plásticas, la inclusión de las obras en diferentes monografías, revistas y catálogos, y el préstamo al Museo Biblioteca Servando Cabrera para las exposiciones homenajes a Fayad Jamís y Benito Ortiz, entre otras acciones.

Si bien es cierto que para garantizar la correcta conservación de las piezas el Consejo Nacional de las Artes Plásticas ha acondicionado un local para el almacenaje, es importante señalar que la mayoría de estas se encuentran ambientando los espacios de dicha institución. Decisión que se ha tomado sobre la base de la socialización y promoción de los artistas, ya que de esta manera la mayor parte de los fondos quedan a la vista de todas aquellas personas que visiten el Consejo.

Centro de Arte, Holguín
Conscientes de la necesidad de movilidad de las piezas, para que estas sean apreciadas y disfrutadas por el público interesado más allá de los límites del territorio habanero -lo que supone darle presencia real al viejo sueño de hacer del arte cubano activo un verdadero patrimonio conocido de toda la nación y del mundo- el Consejo ha organizado actividades con la Colección fuera del ámbito de la Ciudad de La Habana. Así, se gestó la muestra de una parte del acervo atesorado en la ciudad de Holguín1, durante la pasada edición de la Fiesta Iberoamericana de la Cultura, y se encuentra en preparación una exposición en la República Bolivariana de Venezuela.

Se trata de una colección que está todavía, no obstante lo acertado de su idea y estructura, en los primeros episodios de su existencia. Pero sin dudas, es la fase de arrancada de un afán por convertir en destino y depósito del arte visual nuestro a la sociedad y al Estado.

1 Inaugurada el 24 de octubre del año 2010 en el Centro Provincial de Arte de Holguín, la muestra se tituló: Arte Cubano Contemporáneo. De los 90 a los 2000.


jueves, 28 de abril de 2011

Por el arte y la experimentación contemporánea, una Ruta


i.
 
Calle O'Reilly # 308 entre Habana y Aguiar.
En nuestro medio, aludir a lo masivo como aspecto positivo del hecho artístico suele ser un arma de doble filo. Desde el punto de vista historiográfico, y por razones harto conocidas, en lo que a participación se refiere, este adjetivo generalmente se ha visto como el antónimo que, junto a elitista, polariza cualquier discusión sobre para quién se hace el arte en nuestra sociedad. Aun así, reconocer el éxito de público que a inicios del mes de abril tuvo la propuesta de Factoría Habana es un acto de justicia imprescindible.

Organizada por la Oficina del Historiador de la Ciudad y la galería antes citada, como nueva modalidad del programa Rutas y Andares para los más jóvenes de la casa, la muestra pretendía propiciar la interacción con representantes de las más disímiles manifestaciones del arte contemporáneo. En esta primera edición, se aglutinaron estudiantes de la enseñanza superior, DJs, bailarines y artistas del lente; quienes ofrecieron no solo un acercamiento a su trabajo, sino también la posibilidad de dialogar sobre el proceso creativo.

Sin título (de la serie x-puestas), 2010. Impresión digital.
Por las características inherentes al espacio, la museografía general dejó entrever cómo las fronteras entre las propuestas individuales se desvanecían; imbricándose estas, al interactuar entre sí, en un todo simultáneo, orgánico y coherente. Tal fue el caso de las bailarinas Sandra Ramy, Tamara Venereo y Xenia Cruz, quienes presentaron la improvisación performática Aire común junto a los creadores de música electroacústica Arquitecto vs. The GreenCh, o de las estudiantes de vestuario del Instituto Superior de Diseño Industrial (ISDI), con su proyecto Reciclarte, y la exposición fotográfica x-puestas del joven fotógrafo Eduardo Rodríguez.

Aunque el carácter procesual de muchos de los trabajos no quedaba del todo explícito con la mera contemplación, la participación desenfadada de los espectadores completó el sentido de estos en más de una ocasión. Manifestándose así el sentido lúdico de la propuesta general y la valoración de la experiencia como parte del propio acontecimiento. De igual forma la búsqueda de alternativas para la realización de las piezas se puso de manifiesto en la selección de materiales poco convencionales; desechos reciclados que fueron resignificados funcionalmente a partir de la interacción entre ellos y la inserción en nuevos contextos.

ii.

Para el espectador despistado, aquel caminante que se paseaba por la calle O´Reilly sin idea de lo que en Factoría acontecía, la instalación Andrógino sería motivo de asombro, y hasta desconcierto. Órganos genitales humanos sobredimensionados se conectaban entre sí por un túnel, y constituían la incitación lanzada por los estudiantes del Instituto Superior de Arte (ISA). Encabezados por René Francisco Rodríguez y reunidos en el grupo Cuarta Pragmática Pedagógica, estos invitaban a la penetración y recorrido del falo a la vagina; lo que incidía sobre los sentidos del espectador a partir de la utilización de elásticos, sonido y algunos materiales que simulaban texturas. 

La naturaleza de los útiles empleados, así como la condición estudiantil de sus artífices, servía como nexo entre este trabajo y el de las jóvenes diseñadoras de vestuario; quienes, a modo de desfile, presentaron modelos realizados con periódicos, platos desechables, cintas de videos, discos, etc. Orientados inicialmente como ejercicio de clases por la profesora Maray Pereda, estos diseños han trascendido el ámbito académico y se han convertido en protagonistas de exposiciones y desfiles; los últimos acontecidos en el patio del ISDI, la Galería Raúl Oliva del Centro Cultural Bertolt Brecht y en la catorce edición de FIART, evento donde fueron premiadas. Si bien la poética del reciclaje, como respuesta a la carencia de medios para la creación, aglutina estos trajes, la concepción de una presentación al estilo más tradicional de las casas internacionales de alta costura atenta contra la concepción misma del proyecto; cuya riqueza y originalidad radica precisamente en la distancia que establece con estos centros hegemónicos a partir de la defensa de su alternatividad – alteridad.

Acompañando la propuesta del Instituto se encontraba x-puestas, el más reciente trabajo del fotógrafo Eduardo Rodríguez; a quien ya conocíamos por Diecisiete, exhibición desplegada en la sala Villena de la UNEAC durante la pasada Jornada cubana contra la homofobia. Si bien en aquella ocasión el sujeto desnudo era el centro de sus obras, ahora este deviene objeto al ser prácticamente absorbido por la indumentaria que presenta. Aquí no solo ocupa un lugar protagónico el vestuario, sino el propio material constituyente a partir de los detalles enfocados en los primeros planos; close ups que enrarecen las figuras humanas y logran extraer cierta personalidad presente en cada diseño. Desde el punto de vista formal no debe dejar de mencionarse el interés que despierta el claroscuro obtenido, resultante de un sabio coqueteo con la luz; así como la sabia manipulación digital, en tanto contenida, que cierra cada fotografía.

Hermanados por el lente cinematográfico, se presentaron trabajos provenientes de la décima Muestra Joven y del Festival Internacional Cine Pobre Humberto Solás. Como hecho trascendente vale destacar la inclusión de los estudios de animación del ICAIC, quienes mostraron un demo del primer largometraje cubano realizado en 3D, Meñique, y el corto Camuflaje; además de explicar las técnicas y procesos utilizados para la realización de los mismos. Se incluyeron en estas proyecciones los materiales de DV Danza Habana, VI Festival Internacional de Videodanza organizado por Roxana de los Ríos y la compañía de danza teatro Retazos.

iii.

Una vez concluido el evento y visto desde la distancia, Ruta Joven es una empresa que se agradece. Su concepción dinamiza el sentido tradicional de exposición a inaugurar y extiende el sabor de la sorpresa a partir de su variedad, tanto horaria como propositiva. La iniciativa de las manillas, utilizada inicialmente como gancho de público, sobrepasó la idea que le dio génesis al convertirse estas en protagonistas de un gran performance urbano; pues no fueron pocos los que caminando con ellas en la mano promovieron y motivaron al resto de los transeúntes el interés por la Ruta. Paradójicamente sirvieron también para contabilizar un número estimado de público asistente al agotarse en los primeros minutos, apenas abiertas las puertas, las quinientas repartidas.

Para garantizar el éxito de próximas rutas, cuando en un futuro no muy lejano se valore la reedición de un evento de tal envergadura, el cúmulo de experiencias obtenidas no debe desestimarse. La necesidad de extender en horas el tiempo de duración de la propuesta, quizás de jueves a domingo, sería un primer y coherente reclamo luego de tan intensas horas de trabajo. Por otra parte la explotación al máximo de las cualidades espaciales del edificio y sus exteriores podría ser una solución que movilice y dirija el flujo de los visitantes, pues la subutilización de los balcones esta primera vez fue imperdonable. Aún así, como reza en el refranero popular, tiempo al tiempo será la sentencia que marque la última palabra en la espera de nuevas propuestas.

Publicado en Noticias de ArteCubano, abril 2011 

jueves, 10 de febrero de 2011

Villa en la memoria


José M. Villa (1939 - 2011)
Ya sea por el distanciamiento cronológico, por aquello de que el pasado se idealiza, o por el dorado de edulcorados epítetos, cuando se habla de los años sesenta la nostalgia siempre se apodera de mí. Quizás el espíritu rebelde de sus protagonistas y las ansias de construir algo nuevo y mejor sean razones que, por cuestiones de juventud, aun sienta muy cercanas. Pero en realidad, si tuviera que definir qué hace tan especial esta década no dudaría ni un segundo en apuntar su carácter transdisciplinario. En ella encontré a Antonia Eiriz compartiendo su poética tan personal con dibujos de palomas en Lunes de Revolución, o haciendo diseños de vestuario para el teatro, junto a Carmelo Gonzáles, Raúl Martínez y otros plásticos que se acercaron  al diseño escenográfico. 
Así, paulatinamente, encontré una lista interminable de plásticos que experimentaban en otras manifestaciones artísticas desdoblándose de manera insospechada. Pero si algo nunca imaginé, hasta días recientes, era que una simple línea al dorso de la contraportada de algunos de sus catálogos podría hacerme establecer tantos nexos e hipervínculos entre nombres, espacios, aportes y legados, desde otras esferas de la creación. Así fiché en una tarjeta a José Manuel Villa Castillo (Villita), un nombre que aparecía una y otra vez en cada material que revisaba y se convertía en una de las interrogantes más interesantes de mi corta carrera como estudiante de Historia del Arte. 

Si bien después de mucho preguntar solo unos pocos pudieron hablarme de él y casi nadie supo hacer verdadera justicia a la dimensión de su obra, fueron suficientes estos diálogos para que mi curiosidad aumentara y descubriera a uno de los diseñadores gráficos más importantes del mundo editorial cubano en la segunda mitad del siglo xx. Lamentablemente, cuando abría y completaba un dossier más en mi archivo personal, la vida cerraba las enjundiosas páginas del cuaderno de dibujo de este creador insigne. Por esta razón, para todos aquellos que empezamos a estudiar las artes visuales y no lo conocimos, o los que casi terminan pero aun lo recuerdan, decidí rendir un pequeño homenaje con esta modesta semblanza.

Rememoremos entonces 71 años de vida retrocediendo a la antigua Placetas, cuando no se hablaba todavía de barbudos, donde un 23 de diciembre nació José Manuel Villa Castillo. Con apenas trece años llegó a La Habana, donde se convirtió en un muchacho lleno de aspiraciones y deseos que correteaba por los pasillos de la Escuela Nacional de Bellas Artes «San Alejandro». En las noches acudía al Centro Vocacional Enrique José Varona, donde se adentró en el mundo de la publicidad y el dibujo comercial. Incansable y ávido de conocimientos matriculó en la Universidad de La Habana, donde siendo ya un hombre maduro obtuvo su licenciatura en letras.

A inicios de los años sesenta se vinculó al Teatro Nacional de Cuba, trabajando allí durante dos años. Al crearse el Consejo Nacional de Cultura ingresó en el Departamento de Promoción y Propaganda, donde permaneció algún tiempo. A finales de la década comenzó, junto a Raúl Martínez y Esteban Ayala, en la Editorial Arte y Literatura del Instituto Cubano del Libro como Director Artístico. Posteriormente, ahora como diseñador y Director de Arte de la Sección de Humanidades, se ocupó del diseño editorial del Plan de Formación de Maestros de Primaria en la Editorial Pueblo y Educación donde publicó aproximadamente una centena de títulos. Debido a su personalidad inquieta y su interés de probarse constantemente, desarrolló una carrera paralela desempeñándose como diseñador escénico en el ICAIC, donde participó junto a Titón en películas como Los sobrevivientes

Durante los años ochenta,  tras abandonar el Instituto Cubano del Libro, laboró como especialista del Centro de Diseño Ambiental en el Fondo Cubano de Bienes Culturales, donde se encargó del diseño de interiores. A partir de 1993, retirado ya, se dedicó a trabajar como creador independiente, realizando cubiertas de discos para la EGREM y protagonizando diferentes largometrajes desde la escenografía, el vestuario y la dirección de arte. 

Su amplia producción también incluyó carteles con fines culturales, los que fueron muy bien recibidos por el público y la crítica especializada. Centenario de Jean Sibelus, galardonado con el Segundo Premio en el Salón Nacional de Carteles de 1966, Medea y los negreros, reconocido en el Pabellón Cuba cuatro años más tarde, fueron solo algunos de los más importantes. Con estos estableció rápidamente un estilo propio, caracterizándose sus composiciones por el cuidadoso uso de la tipografía, la casi ausencia de recursos efectistas, así como la atinada selección de las imágenes. 

A lo largo de su carrera recibió numerosos reconocimientos de las más disímiles procedencias, consolidando su nombre como diseñador gráfico, director de arte y escenógrafo tanto en el plano nacional como internacional. Entre ellos no deben olvidarse, entre corales y caracoles, la Medalla de Plata concedida en la Exposición Internacional IBA de Leipzig (1971) a la Colección Dragón bajo el sello editorial de Arte y Literatura, la Distinción por la Cultura Cubana (1994), del Consejo de Estado y el Ministerio de Cultura, el Premio Nacional de Diseño del Libro (2008), del Instituto Cubano del Libro. 

Así vivió José Manuel Villa, dejando un poco de su alegría en cada una de sus creaciones. Cambiando una y otra vez de trabajo y atrasándose en los pagos de la UNEAC, hombre de naturaleza inquieta. Sorprendiéndose ante los reconocimientos, pues para él eran como fiestas innombrables. Diciéndoles a los jóvenes que no tuvieran temor a equivocarse, pues el error puede convertirse en un gran maestro, si se aprovecha correctamente... 

Si bien hoy ya no está físicamente entre nosotros, como artista su espíritu pervive en los fondos de numerosas colecciones públicas y privadas. De sus manos nacieron imágenes que pueblan incontables rollos de película cinematográfica y cientos de papeles convertidos en bocetos, libros y carteles. Como ser humano, continúa en el recuerdo de todos aquellos que lo conocieron, perviviendo en el sustantivo diminutivo que nació del cariño de sus allegados y se convirtió en apodo. Y su muerte, comparada con la dimensión de su vida, apenas ocupará esos pequeños párrafos que publicó un día el periódico Granma; porque hombres como él, simplemente no pueden irse: permanecen en la memoria colectiva y viven para siempre.

Publicado en Noticias de ArteCubano, febrero 2011. 

jueves, 13 de enero de 2011

Lecciones de cartografía tropical


Doble nacionalidad
¿Qué relación guardan entre sí un juego de anillas, maquetas de casas y edificios, un cesto de basura y un globo terráqueo defectuoso? Muros Reales, Muros Virtuales, la más reciente exposición del artista Abel Barroso Arencibia, nos propone algunas de las posibles respuestas a esta interrogante. Inaugurada en los primeros días del mes de septiembre en las salas de la galería Villa Manuela, espacio ubicado en H, No. 406 entre 17 y 19, la muestra podrá visitarse hasta finales de octubre, en los horarios de 10 de la mañana a 5 de la tarde, de lunes a viernes. E incluso, una vez ahí, el visitante puede acercarse, por la puerta trasera de la edificación, hasta la librería de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) para adquirir sus más recientes propuestas literarias.
Graduado del Instituto Nacional de Arte, tras su paso por la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Habana, este joven artista (Pinar del Río, 1971) se ha dedicado a cultivar el grabado en madera (xilografía), alcanzando excelentes resultados estéticos. No en vano aparece agrupado junto a creadores de la talla de Belkis Ayón, Ibrahim Miranda, Sandra Ramos, Agustín Bejarano, Isary Paulet y Julio Gómez en la llamada Generación de los 90, la cual colocó el grabado, como manifestación plástica, en el más alto nivel de calidad artística. Con un amplio currículo de exposiciones personales y colectivas, este ha participado en muestras de gran importancia dentro del panorama de las artes visuales cubanas como Vindicación del Grabado (1994) y La Huella Múltiple (2006). Esta última curada y fundada como evento en 1996 por el propio artista junto a Sandra Ramos, Belkis Ayón e Ibrahim Miranda. Posee a su vez un gran número de obras en colecciones privadas, fundaciones y museos de diversos países como Cuba, Estados Unidos, Alemania, Japón y Canadá. Así como ha recibido numerosos premios, entre los que se destacan el Best Show of the Year a La Huella Múltiple, en los Estados Unidos (2002); el Premio Nacional de Curaduría por el evento homónimo, otorgado por el Consejo Nacional de las Artes Plásticas de Cuba (2003); y la Distinción por la Cultura Nacional, en fechas más recientes (2005).

Outsourcing o el Norte y el Sur
Caracterizado por una producción de carácter irónico, con cierto toque de humor negro, el artista ha desarrollado una línea de trabajo encaminada a privilegiar, más que el resultado impreso de su trabajo, la propia matriz. Con las exposiciones Las donaciones llegaron ya, Video arte del tercer mundo y café Internet del tercer mundo, realizadas en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales, Galería Habana y Castillo del Morro, respectivamente, el autor delimitaba, desde fechas tan tempranas como 1995, sus preocupaciones estéticas. Aunque no es hasta la exposición Automóviles del Tercer Mundo, muestra realizada en la galería La Casona en el año 2003, donde este profundiza intencionalmente en las relaciones que se establecen entre el público y la obra de arte. Este hecho le permitió desarrollar nuevas ideas para su producción posterior; sin abandonar la vis cómica que lo caracterizaba, pues las piezas de esta muestra aparecían con el subtítulo para dos personas: una maneja y el otro empuja.

Reflexionando sobre los límites que trazan los individuos desde la política, la ideología, la cultura, la religión, el autor ha tomado los muros como tema central de esta nueva entrega expositiva. Si bien este argumento ya se venía perfilando dentro de su discurso desde hace algunos años, es ahora que gana en madurez y se consolida al utilizar como ejes fundamentales de la muestra la globalización y la división económica, cada vez más fuerte, entre el Norte y el Sur. Según el propio artista: “La frase tercer mundo me ha inspirado a reflexionar sobre su dimensión. Si estamos dentro de sus límites y cómo funcionamos con respecto a los que están en el primer o segundo mundo”[1]. Búsqueda de la cual había surgido anteriormente Mango Tech, creación que, como variante tropical, ironizaba y satirizaba la reconocida marca de equipos de computación Apple (manzana) e identificaba celulares, robots, automóviles, computadoras o hasta unas gafas panorámicas con Internet producidas por este creador.

Desplazándose entre el mediano y gran formato, en sentido general las obras expuestas en esta ocasión, presentadas anteriormente como parte del proyecto que lleva el mismo nombre en Espace Saint Rémi, Burdeaux, Francia, se caracterizan por una marcada intención lúdica. La posibilidad de que el público interactúe con estas a partir del juego, no sólo es fundamental para su recepción, si no que enriquece el concepto general de las mismas a partir de su dimensión participativa. De igual forma, aprovechar la tridimensionalidad de la matriz expuesta como obra en sí misma, supera la planimetría propia del grabado y cuestiona la aparente autonomía del procedimiento xilográfico. Lo que hace que las piezas ganen en autorreferencialidad, ya que estas aluden a su propio proceso de construcción.

El basurero
Obras como El basurero u Outsourcing o el Norte y el Sur, no solo resumirían y ejemplificarían todo lo hasta aquí expuesto, si no que concentrarían la mayor cantidad de significados dentro de esta exposición. En una, se presenta el Norte como resultado de la explotación y contaminación del Sur; a la vez que, de forma simultánea, este se convierte en un depósito de basura. Valiéndose además de la forma del basurero, que le permite al artista representar en la cima, por su semicircularidad, parte del globo terráqueo; mientras que el cuerpo y la base aparecen como chimenea o vertedero, metáfora de la situación de los países que están en vías de desarrollo frente a los desarrollados. La otra pieza, un mapamundi cuyos meridianos no coinciden, nos advierte de manera más sutil cómo ha cambiado la configuración del mundo; cuando se ha alterado incluso el propio sistema de referencias creado por el hombre, basado en meridianos y paralelos, para posicionar un lugar en la superficie terrestre.

En días como hoy, cuando los Objetivos del Milenio se presentan prácticamente como utopía, la muestra Muros Reales, Muros Virtuales se alza como una provocación; a la vez que esboza una alerta sobre los problemas globales. Al ilustrar algunos de los conflictos más apremiantes que azotan al mundo en la actualidad, el artista no sólo pretende incitarnos para que, como espectadores, reflexionemos sobre nuestra realidad, si no para que también busquemos nuevas alternativas de vida y desarrollo sostenible.

Publicado en Palabra Nueva, Enero 2011 (No. 203, Año XVIII)


[1] Barroso Arencibia, Abel: Mango Tech presenta: Automóviles del tercer mundo para 2 personas: 1 maneja y el otro empuja. En catálogo de la exposición Automóviles del tercer mundo. Galería La Casona, 19 de septiembre – 31de octubre, 2003.