Hay artistas que desde su poética, nos
acostumbran a una figuración determinada. Creadores que a fuerza de trabajo y
dedicación, logran adiestrar nuestros ojos para empastar trazos con firmas.
Pero son pocos los que aun bajo esta premisa mantienen en sus exposiciones la
capacidad de provocar en el espectador una mezcla de certeza y desasosiego. El
contraste entre la convicción de la forma a encontrar y la ansiedad por
imaginar el prisma con que será tratado esta vez el contenido. Ciudades, exposición personal de Luis
Enrique Camejo, es una propuesta de esta naturaleza.
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Vista de la exposición |
Inaugurada recientemente en la galería Artis
718 y abierta al público hasta el mes de marzo, la muestra nos acerca a ese
pintor pinareño que tantas veces ha abordado el paisaje citadino a lo largo de
su carrera. Esta vez, La Habana no es protagonista de monólogos anteriores,
sino una ciudad más. Se alza junto a grandes urbes del planeta como Londres,
New York, Hong Kong, Paris, Monte Carlo, para provocar al espectador; quien se
siente disminuido en escala ante el imponente tamaño de los lienzos, así como
se pudiera sentir diminuto el individuo que transita entre la topografía de
estas grandes urbanizaciones.
Y ahí, precisamente, radica la perspectiva
escogida esta vez por el artista; pues no estamos ante mudos paisajes creados
con el mero objetivo de mostrar dominio de una técnica en el universo de la
mimesis. Parecería más bien que nos encontramos ante secuencias de un relato
cinematográfico detenidas en el tiempo[1]. Momentos
que exigen del espectador una participación activa no solo desde la acción,
sino también desde la reacción. No solo estamos abocados a la contemplación,
sino más bien interpelados a la búsqueda de un sentido para nuestra existencia
dentro del propio caos ordenador que hemos creado en nuestras urbanizaciones.
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Vista de la exposición |
Se mezcla así el hiperrealismo resultante del
trabajo con base fotográfica con el halo melancólico del impresionismo. Manchas
y transparencias utilizadas a modo de huellas, vestigios del hombre pasado y
futuro; ese que habitó y habitará las ciudades, ese que las pintó y las pintará
nuevamente. Ecos que aluden a lo real y a lo imaginado, o a lo tangible y lo
soñado, como aquel conjunto de acuarelas titulado La isla del día después, donde la nieve copó, hace ya dos años, las
calles de La Habana. Sensaciones que evocan siempre la presencia de lo humano
en el cuadro y frente a este; pues pareciera que en la concepción pictórica de
este artista el espectador también está dibujado, completando así la tridimensionalidad
de lo representado hacia dentro y hacia afuera del lienzo.
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Vista de la exposición |
Casi al final del recorrido propuesto, aparece
dentro de la topografía museográfica un pequeño espacio que rompe con la escala
antes transitada. Pequeñas vistas de la ciudad de Miami se suceden desde la
cercanía de una urbe que se sabe extrañamente familiar. Articula aquí Camejo la
universalidad de su discurso con la riqueza del imaginario local que acompaña
las relaciones afectivas de miles cubanos que cohabitan entre dos orillas. Vuelve
entonces este artista a mover al espectador, más bien lo zarandea bruscamente.
Si antes lo convidaba desde la contemplación a generar interrogantes
trascendentales sobre el destino del hombre como ente genérico, ahora lo emplaza
como ciudadano. Con este gesto, donde dos fronteras se funden en un mismo
espacio geográfico, aparece entonces la necesidad del cuestionamiento. No
importa ya si del pasado o del presente, sino más bien la proyección que se
genere desde estos dos emplazamientos hacia el futuro.
De modo general, los valores cromáticos
empleados refuerzan el lirismo de la representación. La elección de la paleta
articula sentimientos, sensaciones y estados de ánimo. La bruma monocromática
acentúa la desarticulación del sentido del tiempo y nos permite conectar husos
horarios, latitudes y longitudes en un punto cardinal otro desde la experiencia
de la contemplación.
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Vista de la exposición |
Carece de sentidos preguntarse en esta muestra si
nos son más o menos familiares estas ciudades. Ni siquiera tiene importancia ya
si las conocemos o las soñamos. Desde los imaginarios de nuestra cultura
occidental y el creciente consumo de y desde lo visual, el concepto habitar se
ha resemantizado con nuevos sentidos. Por ello, transitar por los diferentes
espacios de esta exposición también supone otras manera de habitar: desde lo
múltiple, desde lo inter, desde lo trans…y por qué no, desde lo post.
[1] Imposible evitar conectar estos instantes con
los detenidos en las pantallas de aquella exposición realizada a propósito de
una de las últimas ediciones del Festival Internacional del Nuevo Cine
Latinoamericano en el Pabellón Cuba.