Pocas veces tenemos la
posibilidad a lo largo de nuestro trayecto profesional, o más bien la dicha
debería decir para ser justo, de visitar el estudio de un artista, repasar
pacientemente bocetos y apuntes mientras escuchamos la génesis de los trazos y
las formas, y encontrarnos en una hoja estrujada un boceto que active
suficientes resortes imaginativos para visualizar una exposición articulada
hasta el último detalle. Algo así me sucedió con Yornel Martínez cuando
conversábamos sobre una muestra que deberá realizar el año próximo, por haber
recibido una beca de creación de la Asociación Hermanos Saíz.
Tras un proceso previo de
selección de versos extraídos de textos de escritores que han influido en su
vida y su trabajo, Yornel proyectó, como
parte de su obra, intervenir la marquesina de un cine para convertirla, por un
tiempo determinado, en nuevo soporte de creación; idea que pudo ser concretada
en el cine Payret, y será repetida en otros cines de la capital, hasta concluir
el proyecto en el cine Acapulco.
Vale apuntar que se mantuvieron
los elementos intrínsecos del anuncio en este soporte, pues la palabra HOY no
fue retirada y el texto se colocó empleando los caracteres utilizados
tradicionalmente para esto.
Pensemos que, conociendo o no a
Virgilio Piñera, autor del verso que se le ofrecía al público, con la lectura
del mismo se activaban disímiles cuestionamientos en el espectador. ¿Por qué se
había seleccionado este? ¿Por qué estaba colocado en ese lugar? Aunque por
supuesto, no faltaría seguramente quien pensara que ese era el nombre de la
película que se proyectaba y que Virgilio Piñera no era otro que su director.
Con esta pieza no solo percibimos
cierta continuidad con el trabajo que ha desarrollado Yornel en torno al lenguaje y sus significados, sino
también un rejuego alrededor de la desacralización del arte. El simple hecho de
acercar la poesía, arte tradicionalmente entendido como culto y críptico, a un
público heterogéneo mediante la utilización de un espacio público, de
circulación masiva, ya habla de ello. Aunque en este caso particular la pérdida
del aura viene dada por el doble desplazamiento semántico que ha sufrido la
obra. En primera instancia, el verso fue apropiado de un libro, digamos el
soporte primario, para ser resignificado nuevamente como obra de arte. Esta, a
su vez, fue emplazada fuera de los predios tradicionales de exhibición del
circuito galerístico, interviniendo un espacio sin previo aviso, lo que alteró
levemente un fragmento de la cotidianidad. Es por esto que la obra en sí no es más
que el gesto de la apropiación y la resemantización del verso producto del
emplazamiento en un nuevo soporte: la marquesina. Al no sobrevivir la
intervención más allá del día en que fue realizada, por deseo de su creador,
parte de su esencia también reside en el carácter efímero que esta posee.
En otro nivel de lectura, el
espacio seleccionado también dota al texto de nuevos sentidos, pues en este se
reúne en la noche cierta franja de la marginalia habanera y el enunciado de
Virgilio, que es ya el de Yornel, pareciera entonces un reclamo de claridad
sobre otras aristas de la sociedad habanera contemporánea. Pero más que eso,
por las características intrínsecas de la obra, podríamos hablar de ella como
un graffiti de nuevo tipo, una apropiación de carácter poético que apareció sin
previo aviso sobre los muros de la ciudad y desapareció dejando, más allá del
documento fotográfico, una huella emotiva en cada espectador.
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