martes, 10 de junio de 2014

Mario Sánchez: un pintor de esencias humanas


Un sonido familiar invade la inalterable quietud de las salas del edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes. Quizás desde la entrada sea casi imperceptible; pero cuando se visita el primer piso, ya cerca de las puertas que dan paso a la sala transitoria, el repicar de la las olas se convierte en un agradable arrullo. Así, entre el olor del pescado fresco, las hojas recién torcidas de tabaco y la brisa salina de la mañana, se accede a la sala que alberga por estos días la exposición Una raza, la raza humana, del artista Mario Sánchez. 
 
Sin formación académica alguna y nieto de emigrados cubanos del siglo XIX, este artista creció en un contexto muy particular. Muchos de los habitantes de Cayo Hueso eran de origen cubano, por lo que el sentido comunitario era muy fuerte; así como el apoyo a la Isla en su empresa por la independencia de España. A esto se sumaba una inusual mezcla racial, unas costumbres bien arraigadas y una gran laboriosidad. De ahí que el título de la exposición se corresponda con el lema de Cayo Hueso: Una raza, la raza humana.

Inaugurada a inicios de este año, la muestra agrupa treinta obras de pequeño formato producidas entre 1920 y 1950, provenientes de colecciones privadas y de la Old Island Restoration Foundation. Las mismas han sido confeccionadas mediante la utilización de la técnica conocida como intaglio, donde el artista practica incisiones sobre la superficie de madera para obtener una composición en forma de relieve a la que le aplica los pigmentos. Como resultado de este procedimiento, en las piezas resalta además de los valores artísticos,un agradable sabor artesanal que pone al descubierto el trabajo manual del creador. Las tablas, más allá de composiciones resueltas en una figuración de carácter naif, remedan matrices xilográficas ornamentadas que provocan su impresión múltiple sobre el papel.

En las obras exhibidas, encontramos estampas de carácter cotidiano, realizadas con un estilo descriptivo de marcada figuración realista. Un arte que busca no solo captar los rasgos físicos de los habitantes de Cayo Hueso, sino también su expresión psicológica. Aferrado a revelar la naturaleza humana, emplea escenas costumbristas que rebasan lo anecdótico. No es de extrañar que dentro del abanico temático presentado resalten por su recurrencia las representaciones de la vida cotidiana.

El autor es un cronista por excelencia, pues no solo ha sabido reflejar las tradiciones de un comunidad con un marcado carácter poliétnico, sino que ha captado con maestría y humor sus arquetipos. El resultado: un retrato histórico de Cayo Hueso entre 1920 y 1950 .

Según la revista Folk Art, Mario Sánchez fue el artista folclórico más importante del siglo XX en América. Y no es de extrañar que se haya merecido este título cuando visitamos la muestra, una excelente instantánea de la vida de la época de marcado valor histórico cultural. Queda de manifiesto en ella no solo el compromiso social de los pobladores que retrata, sino además el del propio artista. No olvidemos las históricas relaciones que unen a esa región con la isla de Cuba, el peso de figuras como José Martí y la influencia de la Guerra de los Diez Años.

Como recurso museográfico, junto a cada pieza aparece un cartel que ubica al espectador en el periodo histórico en que se desarrolla la escena reflejada. Aparecen no solo fríos datos de la Historia, sino también apuntes sobre la vida cotidiana, explicaciones sobre los protagonistas de las estampas, anécdotas de la vida de Mario Sánchez y su familia e incluso historias de los propios cuadros una vez pintados. Si bien los cuadros no necesitan explicación alguna, este elemento de carácter educativo hace que la exposición pueda ser recorrida y entendida como una gran historieta, una especie de atlas visual donde se ubican protagonistas y espectadores en igualdad de condiciones.

Dentro del conjunto merecen especial atención algunas piezas que destacan por poseer ciertas particularidades dentro de la figuración. Al parecer, el artista ha asumido el cielo como un protagonista más en su composición. Este siempre está claro, despejado y resuelto con colores que evocan la mar en calma. A la vez, es el espacio propicio para reflejar los sueños, los anhelos, la historia y las costumbres de su comunidad. Piezas como Over the Beautiful Florida Keys, Desfile en San Carlos, Morning Gossip, A Famous Key West Land Mark, El galeno (El viejo y el mar), etc., albergan en sus nubes aves, peces, el rostro de Martí, el nombre de varios revolucionarios cubanos, soldados, un pescador en un bote que lucha con una aguja, un sol con campanas, un torero en plena acción y una muy cubana Virgen de la Caridad del Cobre.

Quizás para el espectador foráneo, ese que accede a las salas buscando arte cubano, no quede muy claro cuando se marcha si el paisaje observado pertenece o no a Cuba. Tal vez, perdido entre semejanzas, ni siquiera entienda cuan cubano puede ser o no Mario Sánchez al estar ahí. Pero en ese mismo desconcierto se llevará una de las esencias que ha marcado nuestro devenir: la historia de las islas se lleva consigo a todas partes, pues sus límites son más que geográficos. El agua nunca es solo una maldita circunstancia. Cada uno de sus habitantes es una isla en sí mismo, que lleva en el corazón su propia isla y pervive donde quiera que viva uno de sus descendientes. 
 

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